La ansiedad es una emoción universal y natural como la alegría, la sorpresa, la tristeza, el miedo, etc. Todas las personas tenemos emociones y por tanto, todas las personas tenemos capacidad para reaccionar con ansiedad ante determinadas situaciones. Al igual que podemos reír, llorar, enfadarnos, entristecernos, etc., también reaccionamos con ansiedad ante ciertas situaciones.
La ansiedad, el agobio y el malestar son emociones adaptativas que son útiles porque nos avisan o señalan que hemos de introducir cambios en nuestra vida o en el contexto donde vivimos. Son emociones negativas y desagradables que surgen ante situaciones que percibimos como una amenaza o que pueden traernos consecuencias negativas. Son estados de ansiedad transitorios y fluctuantes en el tiempo. En estas situaciones, se activan sofisticados mecanismos neurobiológicos del sistema simpático -entre otros-, que es el responsable de ponernos alerta y activarnos, acelerando el gasto energético. Todo ello nos prepara para afrontar cualquier amenaza, peligro o cambio en la vida.
La ansiedad puede surgir ante la amenaza de situaciones reales o de situaciones imaginadas que suscitan o han suscitado nerviosismo o preocupación, hasta el punto de no haber podido conciliar el sueño alguna vez por enredarnos en nuestras cavilaciones o de perder el apetito. Las principales situaciones susceptibles de provocar una reacción de alarma y producir ansiedad pueden ser:
Es importante saber que esta emoción negativa, la ansiedad, se manifiesta en tres niveles:
A nivel cognitivo-subjetivo se manifiesta como recuerdo de experiencias pasadas, como pensamientos relacionados con preocupaciones, con hipervigilancia, temor, sentimientos de malestar, etc.
A nivel fisiológico activa diferentes sistemas, principalmente el Sistema Nervioso Autónomo y el Sistema Nervioso Motor, aunque también se activan otros, como el Sistema Nervioso Central, el Sistema Endocrino, o el Sistema Inmune. De todos los cambios que se producen, sólo percibimos algunos cambios en respuestas tales como la tasa cardiaca, tasa respiratoria, sudoración, temperatura periférica, tensión muscular, sensaciones gástricas, etc. Si se mantienen altos niveles de ansiedad, pueden aparecer desórdenes psicofisiológicos como dolores de cabeza, insomnio, disfunción eréctil, contracturas musculares, disfunciones gástricas, etc.
A nivel motor u observable, se manifiesta como inquietud motora, hiperactividad, movimientos repetitivos, evitación de situaciones temidas, bloqueo, tensión en la expresión facial, llanto, consumo de sustancias, etc.
Como los seres humanos tenemos biografías diferentes y hemos aprendido a reaccionar y a pensar de manera diferente, nos encontramos que ante una misma fuente de estrés, hay personas que manifiestan más ansiedad que otras. Las personas más ansiosas suelen tener un marcado rasgo de ansiedad. Este rasgo de ansiedad es propio de su personalidad y refleja las experiencias pasadas y su reacción ante ellas, por lo que tienden a percibir un mayor número de situaciones como peligrosas o amenazantes y a reaccionar con estados de ansiedad de gran intensidad.
La ansiedad se convierte en un trastorno psicológico cuando aparecen una serie de reacciones (a nivel cognitivo, fisiológico y motor) demasiado intensas, frecuentes o poco ajustadas a la situación en la que se encuentra la persona. Estas reacciones ansiosas son patológicas porque dificultan la vida normal y provocan experiencias muy desagradables en la persona.
Para más información puedes consultar la web de la Sociedad Española de Ansiedad y Estrés (SEAS)