Opiáceos

Dependencia física o psicológica de cualquier sustancia, hábito o actividad que se vuelve recurrente y compulsiva, e interfiere con la vida normal de una persona.

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    Los opioides son la clase más importante de analgésicos en el manejo del dolor moderado a severo debido a su efectividad, dosificación fácil y relación riesgo/beneficio favorable. Los opioides producen analgesia al unirse a receptores específicos dentro y fuera del Sistema Nervioso Central. (Stein,1993; Hargreaves and Joris, 1993). Cuando se utilizan correctamente, son particularmente útiles como analgésico.

    En la actualidad, tanto los derivados del opio como las sustancias análogas (opioides) son los fármacos de elección en el tratamiento del llamado dolor visceral o protopático, característico de los tumores; también se utiliza en el tratamiento de otros tipos de dolor como el dolor postoperatorio, el dolor asociado al SIDA o el dolor crónico de procesos benignos.

    Así mismo, la sensibilización sobre el tratamiento adecuado del dolor en España se manifiesta por la puesta en funcionamiento de Unidades de Dolor en los hospitales y por la importancia creciente que se concede a los Cuidados Paliativos en los enfermos terminales.

    El dolor es un complejo fenómeno que tiene dos componentes: el físico y el emocional. El dolor físico está determinado por la estimulación de los nervios que inervan la zona dolorida. El dolor emocional se siente en el cerebro y es diferente de persona a persona, definiendo lo que se llama sensibilidad o umbral del dolor.

    Por otra parte, esta medicación, considerada estupefaciente, se asocia con fenómenos de dependencia tanto física como psíquica, y plantea problemas de salud pública que exigen que su prescripción esté regulada legalmente. Aunque sólo una parte de adictos contrae el hábito por razones terapéuticas. El hábito se produce por su uso indiscriminado, y también por su uso prolongado en el tratamiento de afecciones que pueden atenderse de otra manera.

    Si su médico le receta un analgésico de tipo opiáceo, entre los que pueden estar la codeína, fentanilo, hidrocodona, hidromorfona, meperidina, morfina, oxicodona y tramadol, es preciso que conozca que esos medicamentos, aunque beneficiosos, tienen el potencial de causar dependencia y son altamente adictivos, por lo que deben ser usados por cortos períodos de tiempo.

    Tipos de sustancias opiáceas

    Hay tres grandes clases de sustancias opiáceas:

    1. Alcaloides del opio, tales como morfina y codeína.
    2. Opioides semisintéticos, tales como heroína (diamorfina) y oxicodona.
    3. Opioides completamente sintéticos, tales como petidina y metadona, que tienen una estructura no relacionada con los alcaloides del opio. Algunos opioides, como la metadona y buprenorfina, se usan para ayudar a las personas a terminar su adicción a otros opioides más fuertes como la heroína.

    Morfina, Heroína (Diamorfina), Oxicodona y Fentanilo.

    La morfina es el opioide más representativo. La OMS la clasifica en su escalera analgésica dentro de los opioides potentes indicados para el dolor severo.

    Los efectos de la heroína y la morfina son similares ya que la heroína se deriva de la morfina y está originada a partir de la adormidera, planta de la que se extrae el opio. La principal diferencia es la mayor potencia de la heroína. La heroína (diacetilmorfina), es un opiáceo de gran intensidad que produce una gran toxicidad neuropsíquica. Es sin duda alguna, una de las drogas más peligrosas, de mayor difusión y cuya dependencia más rápidamente se inicia (de dos a tres semanas).

    La oxicodona también provoca en el sistema nervioso una reacción similar a la de la heroína y el opio. Sus efectos son prácticamente los mismos. Es una molécula similar a la heroína, y más potente como analgésico que la morfina. Presenta, por tanto, altos índices de adicción. Algunos adictos la utilizan como sustituto, o como complemento, de los opiáceos de la calle como la heroína. En su forma comercial es ampliamente conocido como “la heroína de los montañeses” debido a su abuso en las comunidades de los montes Apalaches.  La oxicodona no se debe mezclar jamás con alcohol ni tomarla sin supervisión médica porque las sobredosis son mortales y puede provocar daños neurológicos permanentes. En España, desde el año 2007 al 2017, se multiplicaron por siete las ventas del fármaco en nuestro país.

    El fentanilo es un opioide sintético fabricado para servir como analgésico y anestésico en el ámbito sanitario, que puede estar bien utilizado mientras se observen unas pautas correctas para su uso. En principio, este fármaco se prescribe para intentar aliviar los episodios de dolor irruptivo dentro de los cuadros de dolor crónico oncológico.  Sin embargo, su potente efecto (es 50 veces más fuerte que la heroína y la oxicodona), lo ha vuelto tanto una droga atractiva de abuso, como el fármaco con mayor nivel de adicción y mortalidad de todos los existentes por sus efectos secundarios y por las sobredosis. El fentanilo y sus derivados poseen un estrecho margen de seguridad en cuanto a su dosificación, sus efectos (analgesia, euforia, disminución del nivel de conciencia, depresión respiratoria, etc.) tienen lugar en el rango de microgramos, alcanzando dosis letales con unos pocos gramos de sustancia. En consumidores de heroína, incluso en aquellos con consumo habitual y tolerancia a los opioides, la posible presencia de derivados del fentanilo como componente adicional o adulterante aumenta considerablemente el riesgo de intoxicación y del manejo farmacológico de una posible sobredosis.

    Su potencia y sus efectos inmediatos están detrás de la adicción que genera. El fentanilo se inyecta, pero también se aplica en parches y se toma en pastillas. El que se produce en los laboratorios clandestinos, a diferencia del farmacéutico, suele mezclarse con heroína u otros opioides. A partir del fentanilo ya se han sintetizado otros opiáceos sintéticos aun más potentes, como el furanilfentanilo, carfentanilo o el ocfentanilo, que no han sido autorizados para el uso médico.

    Efectos inmediatos

    En este apartado y en el siguiente (efectos del consumo), hablaremos de la heroína como sustancia, en términos generales, representativa de los opioides. Cada una de las sustancias que conforman los grupos de opioides presenta, adicionalmente, sus propias características.

    Los  efectos de la heroína varían dependiendo de si es un consumo por primera vez o un consumo habitual. En las primeras tomas el efecto psíquico es muy fuerte, pero se va reduciendo hasta ser desplazado por la necesidad física para combatir el síndrome de abstinencia. En un período de tiempo extremadamente corto, el adicto renuncia a otro tipo de vivencias y actividades, para dedicar su vida a la obtención y consumo de heroína.

    Los adictos suelen consumirla con otras sustancias como cocaína, anfetaminas, cánnabis o benzodiacepinas. La mezcla tiene dos motivos: la adulteración por el traficante y la reducción de sus efectos, ya que la ingestión de heroína en estado de alta pureza puede causar la muerte. La mezcla o corte suele ser hecha con otras drogas o con excipientes tales como yeso, talco, quinina y estricnina, de manera que son fáciles de confundir con el elemento principal.

    Después del efecto placentero de la droga, sigue un estado de malestar generalizado (que no debe confundirse con el síndrome de abstinencia), que produce un descenso en picado con sentimientos de profunda depresión, que derivan en el deseo de una nueva toma. Ello comporta el riesgo de tomas sucesivas, que pueden llevar a la muerte por sobredosis, algo que, además, suele ser habitual entre los consumidores de heroína.

    EFECTOS DEL CONSUMO DE HEROINA EN UN CONSUMIDOR HABITUAL

    • Malestar generalizado con sentimientos de profunda depresión que provocan la necesidad de una nueva dosis
    • Disfunciones sexuales: disfunción eréctil, deseo sexual hipoactivo, trastorno del interés o la excitación sexual.
    • Conductas homicidas
    • Conductas suicidas
    • Renuncia a vivencias y actividades personales, sociales, familiares y laborales para dedicarse a la obtención y consumo del estupefaciente
    • Pasividad
    • Reducción de impulsos agresivos
    • Modificación de la estructura y las funciones cerebrales
    • Desequilibrio crónico neuroendrocrino
    • Dificultad para la toma de decisiones
    • Inquietud o desasosiego
    • Dolor óseo o muscular
    • Insomnio
    • Alteraciones gastrointestinales: diarrea y vómitos
    • Lacrimeo y secreción nasal
    • Pérdida del apetito. Anorexia y desnutrición
    • Temblores
    • Alteraciones en la regulación de la temperatura corporal: escalofríos, sudores.
    • Calambres musculares
    • Alteraciones cardiovasculares y trastornos en la menstruación y ovulación.
    • Trastornos de la atención
    • Problemas reumatológicos
    • Predisposición a enfermedades infecciosas: VIH, Hepatitis B y C
    • Predisposición a infecciones bacterianas como la Neumonía Adquirida en la Comunidad – NAC
    • Déficit en la gestión de situaciones de estrés
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