Trastorno antisocial / psicopático de personalidad

Inconstantes y volubles, imprudentes e irresponsables, mezquinos, insensibles y narcisistas.

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    Insensibilidad o falta de remordimiento, manipulación y agresión depredadora.

    El trastorno de personalidad antisocial es también conocido como sociopatía o psicopatía. Dentro de esta categorización, podemos encontrar un amplio espectro y por lo tanto, grados diferentes de manifestación, desde «el criminal», la persona evidentemente violenta y el delincuente, hasta una persona aparentemente integrada en el entramado social, que trabaja, estudia, tiene hijos, familia. En este último caso, pueden ser compañeros de trabajo o de estudio, y esto los hace especialmente peligrosos ya que no hay señales externas que alerten y permitan una actitud defensiva.

    Este trastorno tiene una gestación muy temprana y se expresa a través de conflictos con las normas ya desde la infancia. En seguida destacan por su frialdad y su falta de miedo o imprudencia, y parecen regularse exclusivamente por su sensibilidad a las señales de recompensa y a la gratificación inmediata, de ahí que no estén motivados para el esfuerzo sostenido y acaben desinteresándose de todo lo que no reporte estimulación contingente o la consecución del fin que persiguen.

    Suelen ser personas arrogantes y egocéntricas, buscan el poder sobre los demás y los manipulan o se aprovechan de ellos con el fin de infligir daño o para lograr sus objetivos. Son insensibles y muestran poca empatía con los demás, a menos que éstos sean coincidentes con sus intereses.

    Muestran desprecio por los derechos, propiedades o la seguridad de los demás y no tienen remordimientos por el daño que causan. Una de las características principales es que presentan anestesia afectiva y baja capacidad empática, por lo que no sienten culpa. Por lo tanto, estas personas no sufren, pero sí las personas de su entorno. El abanico de sus emociones es más reducido, experimentando principalmente cólera, ira o tristeza, cuando las cosas no desarrollan como esperan. Pueden llegar a simular las emociones que no sienten, como amor, compasión, solidaridad, ternura, sentimientos de amistad, etc.,  sólo hasta conseguir sus objetivos o mientras las condiciones se adecuan a sus expectativas.

    Pueden actuar de manera agresiva o sádica hacia los demás, en pos de sus intereses personales y parecen obtener placer o satisfacción al dominar, humillar o degradar a los demás. El sadismo (término derivado de Sade, escritor y filósofo francés del siglo XVIII) alude, en general, a la obtención en una persona de placer derivado del dolor de otro ser vivo. ​ Aunque la obra literaria del marqués de Sade tiene connotaciones principalmente sexuales, el sadismo no tiene un carácter exclusivamente sexual. El objeto fundamental del sadismo es el sufrimiento psicológico y/o físico así como la humillación de otra persona.

    También tienen encanto superficial y capacidad de agradar cuando conviene a sus propósitos. Demuestran pocos principios morales convencionales y tienden a negar la responsabilidad de sus actos y a culpar a otros de sus propios fracasos y defectos.

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