ATENCIÓN PSICOLÓGICA A VÍCTIMAS DE VIOLENCIA DE GÉNERO

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    El problema de la violencia de género, es un fenómeno social, que sigue estando de actualidad, en parte, por su reciente visibilidad, por considerarse uno de los tipos de violencia con mayor repercusión social en los últimos años en España y por la incidencia que ello tiene, especialmente, sobre las mujeres y sobre los menores que se ven expuestos a este fenómeno. Este tipo de violencia, se englobaría dentro de la violencia ejercida contra las mujeres.

    En la Declaración Universal de los Derechos Humanos se halla la primera mención a la igualdad de derechos sin distinción de sexos, al igual que se instituye el derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de la persona y se establece que nadie será sometido a torturas ni a penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes.

    Según Naciones Unidas (1994), en el artículo 1 de la declaración sobre la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, se define  lo que debe considerarse como violencia contra la mujer: “Todo acto de violencia basado en la pertenencia al sexo femenino que tenga o pueda tener como resultado un daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico para la mujer, inclusive las amenazas de tales actos, la coacción o la privación arbitraria de la libertad, tanto si se producen en la vida pública o privada“.

    Según lo señalado en la Conferencia Mundial sobre la Mujer de Beijing en 1995 la definición de violencia de género englobaría: “… cualquier acto violento por razón del sexo que resulta, o podría resultar, en daño físico, sexual o psicológico o en el sufrimiento de la mujer, incluyendo las amenazas de realizar tales actos, coacción o la privación arbitraria de libertad, produciéndose éstos en la vida pública o privada. Ello incluye, entre otras, la violencia que se produce en la familia o en la unidad doméstica, incluyendo, entre otras, la agresión física y mental, el abuso emocional y psicológico, la violación y abusos sexuales, incesto, violación entre cónyuges, compañeros ocasionales o estables y personas con las que conviven”.

    Así mismo, el grupo de trabajo en Violencia y Familia de la Asociación americana de Psicología, define la violencia o maltrato doméstico como (Walker, 1999): “Un patrón de conductas abusivas que incluye un amplio rango de maltrato físico, sexual y psicológico, usado por una persona en una relación íntima contra otra, para ganar poder o para mantener el abuso de poder, control y autoridad sobre esa persona”.

    Debido al aumento progresivo y gradual de la violencia de género, lo que en un principio era entendido como un problema privado, considerado dentro de un marco personal, ha llegado a ser reconocido y tratado como un PROBLEMA SOCIAL, atrayendo la atención de numerosos profesionales. Tanto por su incidencia, como por sus consecuencias, debe ser tenido en cuenta como un delito contra los Derechos Humanos de las personas.

    Esta categoría de violencia, se englobaría dentro del concepto de violencia doméstica o intrafamiliar, que conforme a la Comisión Europea [2], podría definirse como: “… toda violencia física, sexual o psicológica que pone en peligro la seguridad o el bienestar de un miembro de la familia; recurso a la fuerza física o al chantaje emocional; amenazas de recurso a la fuerza física, incluida la violencia sexual, en la familia o en el hogar. En este concepto se incluyen el maltrato infantil, el incesto, el maltrato de mujeres y los abusos sexuales o de otro tipo contra cualquier persona que conviva bajo el mismo techo…” . El instituto de la mujer establece que cualquier definición de violencia domestica debe contener los siguientes elementos: (a) El ejercicio de violencia física, sexual y/o psicológica. (b) Practicada por la/el cónyuge o excónyuge, pareja de hecho, expareja o cualquier otra persona con la que la víctima forme o haya formado una unión sentimental o por cualquier otro miembro de la unidad familiar, (c) El agresor está en una situación de dominio permanente, en los casos en que la víctima es la mujer. Y (c) habitualidad en el caso de la violencia psicológica, es decir, reiteración de los actos violentos (Díaz-Aguado, Martínez- Arias, 2002).

    Por ello, es de entender, que el concepto de violencia doméstica o intrafamiliar aborda un punto de vista más amplio, que únicamente lo que entendemos por violencia de género en el ámbito familiar, que es una categoría específica y hoy por hoy, más relevante y problemática que el resto, tanto por incidencia como por prevalencia a nivel social.

    No obstante, la realidad nos muestra que, cuando la destinataria final de la violencia es la mujer ambas definiciones se superponen. Es preciso señalar, que en general, dentro del contexto de la violencia intrafamiliar, las víctimas suelen ser las mujeres, presentando incluso un curso más grave.

    La violencia de género suele ser perpetrada en más de un 90% por hombres al igual que la violencia contra niños, aunque no en una proporción tan desigual. No obstante, cabe destacar la existencia, aunque, con mucha menor frecuencia, de la violencia contra los hombres.

    Desde el punto de vista clínico, la VIOLENCIA DE GÉNERO se refiere a las agresiones físicas, psicológicas, sexuales o de otra índole, llevadas a cabo reiteradamente por parte de una pareja o expareja, que causan daño físico y/o psicológico y vulneran la libertad de otra persona de sexo femenino (Cantos, Neidig y O’Leary, 1994; Echeburúa, Corral, Sarasua, Zubizarreta y Sauca, 1990), con el único propósito de intimidar, atemorizar o forzar (Hoatling y Sugarman, 1989).

    Según diferentes estudios, las víctimas y los maltratadores en muchas ocasiones no son conscientes de estar inmersos en una relación violenta. Unger y Crawford (1992), consideran que las mujeres que permanecen o vuelven con sus parejas maltratadoras, ocurre debido a que suelen pensar que las causas de los malos tratos son externas e inestables (problemas con el alcohol, un mal día en el trabajo, etc.), por lo que esperan que éstos puedan cambiar. Conforme aumenta la frecuencia y la severidad de los episodios, es más probable que dejen la relación, ya que lo atribuyen a causas internas de sus parejas/maridos/compañeros/etc. En este último caso, si el agresor no comprende que tiene un problema, que necesita cambiar, jamás buscara ayuda para solucionarlo.

    Tipos de Maltrato en el entorno de Pareja

    El maltrato a mujeres incluye todo acto de violencia física, psicológica o sexual que sufre una mujer por parte de su marido, novio, compañero o expareja, incluyendo las amenazas, la coacción o la privación de libertad, tanto si se producen en la vida privada como en la pública.

    Aunque el objetivo primordial de las conductas de violencia ejercidas contra la mujer dentro las relaciones de pareja es el mismo, conseguir el “control” de la víctima, se consideran tres grandes categorías atendiendo al tipo de conductas emitidas por el agresor, que si bien, se interrelacionan constantemente, es adecuado considerar como diferentes (Labrador, Paz, De Luis y Fernández-Velasco, 2004; Villavicencio y Sebastián, 1999b).

    1 MALTRATO FÍSICO

    Cualquier conducta que implique la utilización intencional de algún instrumento o procedimiento para afectar el organismo de otra persona, de modo que encierre riesgo de lesión física, enfermedad, daño o dolor, con independencia de los resultados de dicha conducta. Se incluyen por tanto las conductas “activas” (abofetear, empujar, utilizar objetos o armas, etc.) y “pasivas” (privación de cuidados médicos, no aviso de situaciones de riesgo físico, etc.).

    2 MALTRATO PSICOLÓGICO

    Cualquier conducta física o verbal, activa o pasiva, que trata de producir en las víctimas intimidación, desvalorización, sentimientos de culpa o sufrimiento. En las distintas formas de maltrato psicológico podrían englobarse: el abuso económico y el aislamiento, la intimidación, la negación, minimización o culpabilización, los celos, la ridiculización, humillación, el uso de amenazas y el uso de los hijos comunes de la pareja.

    3 MALTRATO SEXUAL

    Cualquier comportamiento en el que las víctimas sean utilizadas para realizar prácticas sexuales no consentidas a través de la fuerza, presión, coacción o amenazas. Aunque en realidad, esta categoría es un maltrato físico, se considera de forma diferenciada, ya que implica una mayor intimidad asumida para realizar este tipo de comportamientos, así como se considera con frecuencia un deber u obligación a la hora de realizarlo con la pareja.

    4 OTRAS FORMAS DE MALTRATO

    No obstante, es relevante considerar OTRAS FORMAS DE MALTRATO que se ejercen dentro del contexto de las relaciones de pareja. Aquí indicamos unas de las más relevantes:

    • MALTRATO SOCIAL, referido al aislamiento de la víctima en su entorno social a través del control de sus relaciones familiares y de amistad.
    • MALTRATO ECONÓMICO, referido al control absoluto de los recursos económicos de la víctima.
    • MALTRATO ESPIRITUAL, referido a las coacciones que erosionan o destruyen las creencias culturales o religiosas de la mujer.

    Señales de Alarma en una Relación de Pareja Violenta

    SEÑALES DE ALARMA EN EL AGRESOR SEÑALES DE ALARMA EN LA VÍCTIMA
    • Intenta reiteradamente controlar la conducta de su pareja.
    • Se muestra posesivo con la pareja.
    • Es extremadamente celoso.
    • Aísla a la pareja de familiares y amigos.
    • Muestra conductas humillantes o actos de crueldad hacía la víctima.
    • Recurre a las amenazas o a la intimidación como medio de control.
    • Presiona a su pareja para mantener relaciones sexuales.
    • Culpa a la víctima de los problemas de la pareja.
    • Minimiza la gravedad de las conductas de abuso.
    • Tiene cambios de humor imprevisibles o accesos de ira intenso, sobre todo cuando se le ponen límites.
    • Su autoestima es muy baja.
    • Tiene un estilo de comportamiento violento en general.
    • Justifica la violencia como una forma de resolver los conflictos.
    • Se muestra agresivo verbalmente.
    • Responsabiliza a toras personas de sus problemas o dificultades.
    • Manifiesta creencias y actitudes sobre la subordinación de la mujer al hombre.
    • Cuenta con una historia de violencia con parejas anteriores o durante su infancia.
    • Tiene un consumo abusivo de alcohol y drogas.
    • Presenta cambios en el estado de su ánimo que antes no tenía.
    • Muestra actualmente una baja autoestima.
    • Se siente rara, con problemas de sueño, nerviosismo, dolores de cabeza, etc..
    • Se muestra confusa e indecisa respecto a la relación de pareja.
    • Experimenta sentimientos de soledad.
    • Se aísla de amigos y familiares o carece de apoyo social.
    • Miente u oculta a sus padres o amigos conductas abusivas de su pareja.
    • Muestra señales físicas de lesiones: marcas, cicatrices, moratones o rasguños.
    • Le cuesta concentrarse en el estudio o en el trabajo.
    • Tiene conciencia de peligrosidad (temor a nuevos episodios de violencia).
    • Ha sufrido violencia en relaciones de pareja anteriores.
    • Tiene un consumo de alcohol y drogas.
    Echeburúa y Redondo (2010).

    Intervención

    La intervención psicológica en víctimas de violencia de género es de suma relevancia para la recuperación total de las mismas, tanto si son víctimas directas como indirectas, aspecto que en un importante número de casos incluye a menores.

    En la actualidad, dicha intervención está centrada en la recuperación integral de la salud de la mujer, así como, en la mayor adaptación posible a su entorno, siendo OBJETIVOS PRIORITARIOS:

    1. Proporcionar apoyo, compresión y facilitar un espacio para el desahogo emocional.
    2. Aumentar la seguridad y protección de la mujer maltratada y de las personas de su entorno que son el objetivo prioritario de la intervención, desarrollando estrategias y recursos.
    3. Restablecer el control sobre sus propias vidas tomando sus propias decisiones.
    4. Hacer comprender a las mujeres maltratadas que no son responsables ni culpables de los comportamientos del agresor hacía ellas.
    5. Aclarar las expectativas del papel de la mujer en la sociedad y en las relaciones de pareja.
    6. Informar sobre los malos tratos y las reacciones traumáticas más comunes.
    7. Reconocer y potenciar las fortalezas y habilidades propias.
    8. Aprender a expresar sentimientos contradictorios con relación al agresor.
    9. Afrontar sentimientos de pérdida y duelo en el caso de una separación.
    10. Proyectar la visión de futuro, enfatizando en los aspectos positivos existentes.
    11. Reconocer la acción social y facilitar la expresión emocional en el entorno social próximo.
    12. Informarles que a menos que sus parejas consigan ayuda especializada, nunca funcionarán como iguales en una relación de pareja.

     

    Para ello es necesario tener en cuenta que la INTERVENCIÓN PSICOLÓGICA estará basada en las siguientes DIRECTRICES:

    1. Necesidad de poner fin a la situación de trauma y garantizar la seguridad de la víctima, evitando la revictimización.
    2. Normalizar la experiencia de la víctima: hacerle ver que sus síntomas no son anormales dadas las condiciones a las que se ha visto sometida. Modificar las creencias erróneas respecto a la violencia y sus posibilidades de acción.
    3. Dirigir la intervención a la sintomatología postraumática, así como, atender a otros posibles problemas como depresión, ansiedad, problemas de autoestima, sentimientos de culpa, problemas de adaptación personal y social.
    4. Utilizar técnicas dirigidas a superar los distintos problemas y síntomas presentes. Entre éstas, se han mostrado eficaces la psicoeducación, la reorganización cognitiva, la solución de problemas, el entrenamiento en control de la activación, la exposición y el entrenamiento en asertividad.
    5. Dada la necesidad de reorganizar su vida que suelen tener estas víctimas, los tratamientos han de ser específicos para cada problema, articulados y flexibles para que pueda adaptarse a cada persona y situación.

    Aunque el objetivo inmediato es el alivio del sufrimiento y la mejora de condiciones de la vida de las víctimas, el objetivo final ha de ser lograr una nueva adaptación de éstas a sus condiciones de vida habituales y una buena calidad de vida para ellas y sus familias.

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