ESTRÉS ASISTENCIAL

Estrés, tenemos que hablar. Lo nuestro no puede seguir así. Yo ya no puedo más.

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    El estrés asistencial es un síndrome de estrés crónico propio de aquellas profesiones de servicios que se caracterizan por una atención intensa y prolongada con personas que están en una situación de necesidad o de  dependencia. Este tipo de estrés tiene un carácter insidioso y se genera a lo largo de un proceso que va erosionando las motivaciones emocionales y cognitivas.

    Puede afectar a todas las profesiones asistenciales como trabajadores sociales, auxiliares en geriatría y dependencia, técnicos en atención sociosanitaria, animadores socioculturales, policías, profesionales de la enseñanza, etc., pero numerosas investigaciones señalan a los profesionales sanitarios como la población de mayor riesgo y vulnerabilidad.

    Atender al dolor, a la muerte, a la enfermedad terminal, a situaciones límite de otro ser humano no puede sino generar estrés, aún más cuando las situaciones a las que se tienen que enfrentar vienen definidas por la urgencia y la toma de decisiones inmediatas en cuestiones que son de vida o muerte, por ello la  incidencia y frecuencia del estrés en el personal de los servicios de salud es reconocida como elevada desde hace décadas (Cartwright,1979).

    La mayoría de estudios realizados sobre el estrés asistencial encuentran un elevado nivel  de estrés en el personal sanitario de hospitales, y este nivel es mayor cuando el trabajo se  desempeña en áreas como urgencias, oncología, anestesia y cuidados intensivos. En  circunstancias especiales de mayor carga de trabajo, responsabilidad, fatiga o situaciones  de emergencia, los niveles de estrés se incrementan de forma considerable y repercuten negativamente sobre su salud.

    Las profesiones sanitarias más expuestas a niveles elevados de estrés son: el personal de enfermería, los médicos residentes, profesionales de áreas de cuidados intensivos o cuidados paliativos, los sanitarios de atención primaria y los psiquiatras.

    Los síntomas más comunes experimentados son:

    Cansancio emocional

    El cansancio o agotamiento emocional se presenta en la primera fase del proceso y se caracteriza por la pérdida de atractivo, el tedio y el disgusto causado por las tareas que son propias del puesto de trabajo, de forma que se pierde cualquier sentimiento de satisfacción que en un pasado pudo tener.

    El cansancio emocional suele ser causa de un tipo de afrontamiento activo pero inefectivo frente al estrés.

    Despersonalización

    Es el núcleo del burnout asistencial. Son comportamientos con las personas a las que se tiene que atender. Estos comportamientos están marcados por la falta de interés, la identificación burda y somera de los problemas, la pérdida de empatía hacía sus dificultades e incluso la culpabilización del estado de necesidad que presentan.

    La despersonalización se utiliza como un mecanismo de defensa para evitar el aumento de los sentimientos de impotencia, indefensión y desesperanza personal. En esta fase depresión y hostilidad suelen estar presentes e interrelacionadas. Ya no existe afrontamiento activo, sino un sentimiento de distanciamiento y de desconexión personal con la situación estresante.

    Disminución o pérdida de la realización personal

    El abandono de la realización personal y la pérdida de ilusión es la tercera fase del proceso. Consiste en el sentimiento y la creencia, cada vez más generalizada, de que el trabajo no merece la pena, de que institucionalmente es imposible cambiar las cosas, de que la mejora personal no vale la pena. En muchas ocasiones se declinan iniciativas de mejora o cambio organizacional y se comienza a generar un clima social de desvinculación y una moral grupal de derrotismo y abandono.

    El estrés asistencial suele generar cambios en las actitudes, en los estados de ánimo y en las conductas, que normalmente entrañan consecuencias en el rendimiento de los servicios sanitarios y, finalmente, en la calidad de los servicios que prestan.

    Este tipo de estrés es específicamente un factor de riesgo de trastornos cardiovasculares. Otros efectos físicos comunes asociados son de tipo psicosomático (problemas sexuales, alteraciones del sueño, alteraciones de la alimentación y enfermedades menores como catarros, dolores de cabeza y musculares), además de presentarse comúnmente quejas relacionadas con la pérdida de la eficacia laboral a través de múltiples manifestaciones y alteraciones de la vida social y familiar.

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